«Tenemos un equipo», por Jordi Skynet
Desde mi punto de vista, el verdadero trabajo de un entrenador no reside en la gloria inmediata de una victoria, ni en la precisión técnica de sus jugadores. Es algo más profundo, más trascendental: la épica de encontrar un equipo. Porque, en realidad, no puedes decidir juntar a un grupo de niños y decir «esto será un equipo». Eso es algo que no sucede de manera automática ni por obligación. Pasa o no pasa. Y, de vez en cuando, casi como por arte de magia, lo ves. Ves que, a pesar de las imperfecciones, de las diferencias, de las limitaciones individuales, algo ha cambiado. De repente, descubres que lo que querías montar ya no necesita ser construido: ya existe. El equipo ha nacido.
Es un momento especial, casi indescriptible. Puedes intentar formar un grupo, trabajar con ellos, moldearlos… pero hasta que esa chispa no aparece, todo son piezas sueltas, engranajes sin propósito. Y entonces, un día, algo se alinea. Algo que no se puede planificar ni forzar. Lo sientes en el ambiente, en la manera en que los jugadores se miran, en cómo se mueven juntos en el campo. El equipo, sin previo aviso, ha emergido. Lo que buscabas ha dejado de ser una construcción mental para convertirse en una realidad palpable. Y es en ese momento cuando te das cuenta: lo has encontrado.
Ese equipo, formado por jugadores que no necesariamente destacan individualmente, se convierte en algo mucho más grande que la suma de sus partes. No son los más rápidos, ni los más habilidosos, pero en esa conexión invisible, en esa mezcla única de talentos, surge una magia que no se puede explicar fácilmente. Ves que sus diferencias, lejos de ser un obstáculo, se complementan. Lo que uno no puede hacer, el otro lo cubre. Lo que a uno le falta, el equipo lo compensa. Y en esa mezcla, en esa fusión, es donde reside la verdadera fuerza de un equipo.
Pero no te equivoques. Aunque ese momento es crucial, no significa que el trabajo esté terminado. No es solo cuestión de juntarse y confiar en que todo saldrá bien. Cada jugador sigue teniendo retos personales, defectos que necesitan ser pulidos, habilidades que deben seguir siendo trabajadas. La fortaleza del conjunto no anula las necesidades individuales, sino que las potencia. Cada uno de ellos debe enfrentarse a sus propias limitaciones, a sus fallos, y es el esfuerzo en superar esas barreras lo que, finalmente, fortalece al equipo en su conjunto. No se trata solo de estar juntos, sino de que cada uno, en su propio camino, se comprometa a ser mejor cada día. Porque el éxito colectivo depende también del crecimiento personal de cada jugador.
Es en este proceso de crecimiento, con el esfuerzo constante por mejorar tanto individual como colectivamente, cuando llegan los desafíos inesperados. A veces, esos desafíos toman la forma de una ausencia temporal. Es en esos momentos cuando la verdadera unidad del equipo se pone a prueba. Y entonces, en los momentos en los que uno de ellos cae temporalmente, el equipo no se desmorona. Porque saben que ese jugador sigue siendo parte de ellos, aunque no esté en el campo. Lo sienten a su lado, lo esperan, porque saben que su retorno será tan poderoso como su ausencia. Han aprendido que el valor de un jugador no se mide solo por su presencia física, sino por la huella que deja en el corazón del equipo. Mientras uno espera, los demás siguen adelante, no por indiferencia, sino porque entienden que son un todo, una unidad que nunca deja atrás a ninguno de sus miembros.
Lo que estos jóvenes han comprendido es algo que trasciende el fútbol. Han entendido que la fuerza más poderosa que poseen no es su habilidad con el balón, sino las conexiones invisibles que han forjado entre ellos. Esas conexiones, hechas de confianza, sacrificio y esfuerzo mutuo, son las que los hacen invencibles. Han aprendido que su mayor fortaleza no radica en la perfección individual, sino en la capacidad de apoyarse los unos en los otros, de elevarse juntos, de vencer como uno solo.
Es en esos lazos invisibles, en esa unión inquebrantable, donde reside la verdadera épica. El equipo es mucho más que la suma de sus jugadores. Es una fuerza que ha surgido casi por accidente, pero que, cuando se encuentra, es imparable. Porque han descubierto algo más importante que la victoria individual: han encontrado la fuerza de ser un equipo.
PD: Este artículo está dedicado a Isaac y a cada una de las piezas que conforman nuestro equipo.