La veu del poble

Un paseo nostàlgico a través de la historia y del turismo en Porto Cristo

Un paseo nostàlgico a través de la historia y del turismo en Porto Cristo

Joan Payeras

Como en todo el territorio español bañado por el Mediterráneo, y Mallorca en particular, experimentaron el primer “boom” turístico a comienzos de los años 60, dos décadas después de que España y Europa se hubieran recuperado; nuestro país de la Guerra Civil, y el continente Europeo de la Segunda Guerra Mundial. Porto Cristo, por su privilegiado enclave y por la atracción que para los turistas suponían las Cuevas del Drach, no fue una excepción en experimentar la llegada del turismo y, consecuentemente, a ofertar los servicios que éste demandaba. Desde establecimientos de alojamiento, a comercios y servicios de restauración y ocio.

Pero antes de ese llamado “boom” turístico o turismo de masas de los años 60 y 70 del que también participaron y se beneficiaron otros sectores, como el de la construcción, el inmobiliario y tantos otros, “es Port” ya había saboreado las mieles de un incipiente turismo que se acercaba a sus calas, todavía vírgenes, muchos años atrás.

Consultado el libro de obligada consulta -y valga la redundancia- para conocer la pequeña pero interesante historia del núcleo veraniego manacorí “Porto Cristo, entre ayer y mañana”, de Juan Moratille, sabemos que a finales del pasado Siglo XIX, ya se habían construido las primeras casas de primera línea, bordeando la calle Sant Jordi donde se levantaba el edificio de la Aduana y la fonda de “Na Pasta”, que más tarde se convertiría en el popular Hotel Perelló en los años 20, hoy desaparecido.

En la misma época, en uno de los padrones municipales, figuran tres fonderos: Joan Bonet Nadal “Fai”, Jaume Rosselló Gomila “Felip” (fundador de la Fonda Felip en 1889, que más tarde se convertiría en hotel), y Miquel Font Pastor, con su establecimiento, también en la calle Sant Jordi. Asimismo aparecen registrados dos tenderos: Gabriel Servera Bibiloni “Botiguer” y Miquel Barceló Ballester, ambos comercios en la calle Puerto. Un sacerdote, Bartolomeu Gomila Vadell. Un mantero, Pedro Sureda Galmés y dos jornaleros: Rafel Servera Bibiloni y Gabriel Juan Durán, ambos residentes en la calle Burdils números 17 y 19.

En el año 1934, la antigua pensión Felip, ya es hotel, hoy uno de los más emblemáticos de Porto Cristo, con categoría de cuatro estrellas y que permanece abierto todo el año. Situado en primera línea de mar, frente a la playa y la bocana del puerto, dispone de noventa y seis confortables habitaciones y otros servicios adaptados a las demandas actuales, conservando todavía sus orígenes del siglo XIX.

El emblemático hotel Castell dels Hams, con más de 50 años como establecimiento abierto al turismo. Emplazado en plena naturaleza y rodeado de frondosa vegetación, a escasa distancia de las Cuevas dels Hams y a 2 kilómetros del núcleo poblacional de Porto Cristo. El hotel Castell dels Hams, vino a sumarse en 1967, a los ya existentes primitivos hoteles y pensiones Perelló, Felip, Neptuno, San Marcos, Bellver, y a los Drach y Estrella, abiertos en 1963 y 1965, respectivamente.

Cuenta la historia local de Porto Cristo, ofrecida por Juan Moratille, que “una primera línea de casas grandes, lujosas, algunas emblemáticas, se levantó a últimos del Siglo XIX y principios del XX.” Y nombra las casas de Can Bosch, la Casa del Correu de la familia Amer Servera; Can Blau, construida al estilo colonial en 1927 por el mallorquín de Puerto Rico, Francisco Forteza. Can Riche, edificada en 1934 por el ingeniero francés Pedro Riche, co-fundador de Perlas Majórica. En las afueras, el Castell del Hams, construido por Llorenç Caldentey, descubridor de las cuevas del mismo nombre con intención de instalar un hotel, pero que quedaría como casa familiar de “Sa Marineta” durante años, abriéndose el hotel, como queda dicho, en 1967.

Explotado, desde su inauguración por los mismos propietarios, le confieren al establecimiento un ambiente familiar, unos servicios de vanguardia como, pistas deportivas, parque infantil, animación, piscinas, amplios jardines, restaurante, mini club, SPA y servicio de bus para traslado de sus clientes a la playa, aeropuerto y excursiones, entre otras ofertas. El hotel, con categoría de cuatro estrellas, dispone de 222 confortables habitaciones, distribuidas en tres plantas.

  • Primeros quioscos

Ya en los años 20 se asentaba sobre la arena de la playa, a la altura de la calle Concepció, el primer quiosco, “Tolito”. Poco tiempo después, Pep Forteza “Blai” construyó para l’amo en Toni Fai otro quiosco detrás de las bañeras, que desapareció con la guerra. En 1935, se dio a Joan Rosselló “Rotget” una concesión por ocho años para instalar un quiosco al final del Paseo de la Sirena. En 1947, Joan Ramis instaló un quiosco al final del Paseo de la Sirena, el “Brisas”, que durante 25 años despachó refrescos y aperitivos, cazallas y palo con sifón. A partir de 1950, le hizo la competencia, en la zona portuaria la “Cantina de la Lonja”, regentada por Joan “Tauleta”, al lado de la Lonja de pescadores.

  • Primer “boom” turístico

Cuenta Moratille, refiriéndose al conocido como “boom turístico” o turismo de masas, que “desde principios del Siglo XX, las cuevas del Drach y dels Hams habían atraído sobre todo a arqueólogos y estetas. En tiempos de la República y concretamente a partir de la iluminación de las Cuevas del Drach por el ingeniero Buigas, las visitas se multiplicaron, democratizándose el turismo. La Guerra Civil interrumpió la euforia y la corriente turística tardaría 20 años en recuperarse.”

En los años de posguerra, Porto Cristo se iba recuperando, levantando las ruinas de sus casas, mientras, así como avanzaba su recuperación económica, proliferaba la construcción de segundas residencias para solaz y descanso de los manacorins.

Con la llegada del turismo de masas a Mallorca, Porto Cristo se fue transformando en un centro turístico internacional gracias a iniciativas privadas y a las actuaciones de “Unión de Vecinos de Porto Cristo”, fundada en julio de 1964 por don Ramón Servera Amer y presidida por él durante 13 años. La referida asociación “sustuiría, en muchas ocasiones, a un Ayuntamiento de Manacor poco implicado en la vida y desarrollo de su núcleo costero.”

Ante la comentada escasa implicación del Ayuntamiento y la imperiosa necesidad de conseguir una fuente de ingresos para poder acometer obras y llevar a cabo las iniciativas encaminadas a dotar al pueblo de las mejoras y servicios necesarios, Ramón Servera solicitaría autorización de la Comandancia de Marina para la explotación de la playa, que le fue concedida en noviembre de 1964. Se compraron diez velomares, decenas de hamacas y sombrillas, cuyo alquiler generaría la principal fuente de ingresos para la Unión de Vecinos de Porto Cristo. Jaume Pons fue el primer encargado de la limpieza de la playa y de cobrar los tiquets de sus servicios de ocio. En 1972, los nuevos encargados fueron Jerónimo y Toni Adrover, por espacio de 13 años.

Pese a la tímida evolución turística de la colonia, su playa seguía manteniendo su carácter familiar, si bien los turistas que la visitaban atraían a curiosos personajes que se buscaban la vida ofreciéndoles objetos típicos del país, como el botijero con su burra, conocido como el “Toledano”, los fotógrafos “los Catalanes”, o el xeremier “l’amo en Toni Fiu”, vestido de payés a la antigua que les alegraba con las notas de su gaita. Pepe “El Negro”, que empezó vendiendo patatilla y almendras, alquiló el “Latitud 39”, bar restaurante de moda de los años 60 y luego emprendió la aventura del “Baviera”, en el Coll den Ferragut, que no tuvo el éxito esperado. Otros personajes, que todavía hoy recuerdan muchos porteños que apenas han rebasado los 70 años, formaban parte de aquel ambiente veraniego con su presencia en las explanadas que conducían a la playa, animando a los visitantes y bañistas.

A la primera tienda de “souvenirs” de Can Llabrés, abierta el año 1945, siguieron otras que ofrecían a los turistas los más variados objetos de recuerdo y de regalo, típicos de otras zonas de la península, que contrastaban con los auténticos bordados mallorquines realizados manualmente por unas  niñas, sentadas en la acera del Estanco, y que cobraban cinco pesetas al día. Igualmente se encontraban en los “souvenirs”, “siurells” de Pòrtol, sombreros mejicanos, objetos de madera de olivo y nuestro añejo y popular perfume “Flor d’Ametller”, que los turistas residentes adquirían en aquellas tiendas que permanecían abiertas todo el día, hasta la noche.

  • Diversión nocturna

En aquella misma época de los sesenta, empezaron a abrir los locales de diversión nocturna, con veladas que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada. En 1962, Pep Llodrà abrió, en el margen derecho del Riuet, el famoso Minigolf, que también contaba con pistas de tenis, de bolos y de baile, al que acudían turistas y los jóvenes y jovencitas del Port y sus alrededores. El minigolf fue el punto de arranque de los primeros bares de la zona conocida ahora como “es Carreró”: “El Pino”, el “Burro Bar”, el “Ven y Ven” o el “Eolo”, donde se corrían animadas juergas extranjeros y mallorquines en busca de diversión y alguna que otra aventura amorosa.

Años más tarde, en la pradera que bordea el Riuet, se instaló un avión retirado de servicio, cuyo interior se acondicionó como bar; una idea muy original que, sin embargo, no tuvo demasiado éxito y acabó en tragedia. Una madrugada de 1983, se declaró un incendio en el avión, en el cual un vagabundo falleció carbonizado. Trágica noticia que fue muy comentada en los medios de comunicación y entre los vecinos de Manacor y toda la isla.

Porto Cristo, que por aquella época contabilizaba un censo poblacional fijo de menos de mil habitantes, en época de vacaciones veía incrementada su población con la presencia de manacorins que disponían de segunda residencia, además de un número considerable de extranjeros residentes, y sumándose a los primitivos hoteles »Perelló” y “Felip”, el “Neptuno”, las pensiones “San Marcos” y “Bellver”; los hoteles “Drach” y “Estrella” y el ya citado “Castell dels Hams”, además de otros hospedajes más o menos importantes.

En cuanto a establecimientos de restauración, además del ya citado “Latitud” y de los antiguos bares “Siroco”, “Lovento” y el primitivo “Restaurante Lonja”, se inauguraron los restaurantes “Sol y Vida”, en 1964, y “El Patio” en 1967, mientras el “Tanit” comenzaría su andadura en 1968.

Aquel casi repentino desarrollo turístico de Porto Cristo, requería una profunda reforma y mejora de sus estructuras y la realización de nuevos proyectos que dotaran al núcleo costero de los servicios, infraestructuras y servicios que aquel desarrollo, también económico, demandaban. Obras, muchas de ellas, fueron acometidas por la Unión de Vecinos, gracias a los ingresos que generaba la explotación de la playa y otras ayudas que la misma asociación gestionaba.

Aquel “boom” turístico representó para Porto Cristo, una profunda modificación en los hábitos de sus moradores, su crecimiento económico y la emergencia de diversidad de negocios de distintos sectores. Un auge que sufriría un frenazo y recesión a consecuencia de la llamada Crisis del Petróleo de 1973 y la Guerra del Golfo, que provocaron que se tuviera que esperar a la década de los años 80 para contemplar un resurgimiento y la consolidación de un sector, el turístico, que hoy se podría considerar como el motor de la economía del lugar.

Según la Delegació de Turisme de l’Ajuntament de Manacor, actualmente la planta hotelera del núcleo de Porto Cristo la forman seis establecimientos de alojamiento, de diferentes categorías -cuatro hoteles, un hostal y un bloque de apartamentos turísticos- con una capacidad de alojamiento para algo más de mil clientes.

Las circunstancias adversas, sanitarias y económicas, que se han cebado con el turismo este verano de 2020, han propiciado una temporada totalmente atípica, tanto en Porto Cristo, como en todas las zonas turísticas del país.

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