Opinió

«Vamos a contar mentiras», por Miquel Mas

La estrategia utilizada por Alberto Núñez Feijóo contra Pedro Sánchez en el Cara a Cara que pudimos ver por Antena 3 y la Sexta, acosándolo sistemáticamente desde el primer momento con medias verdades, que al fin y al cabo no dejan de ser también medias mentiras, le proporcionó al Popular un buen resultado. Para una buena defensa, nada mejor que un buen ataque. Así que nada nuevo bajo el sol. Si acaso apuntar la absoluta nulidad del equipo asesor de Pedro Sánchez que, en sus tropecientos Planes B que debían tener previstos, no contaran con esta posibilidad. La capacidad de reacción ante la sorpresa de la embestida de Feijóo fue tardía y poco convincente. El aprendiz de engañabobos ya le estaba dando una lección a Sánchez de cómo contar mentiras a sabiendas a un experto, que lo ha venido haciendo durante todo su mandato.
Jugando en campo contrario y con un arbitraje que se adivinaba muy permisivo por la trayectoria conocida en su empleo de Ana Pastor y Vicente Vallés -nada más y nada menos-, y que en esta ocasión fueron protagonistas -como decía- más por sus ausencias que por sus presencias, a Núñez Feijóo le bastó una primera incursión para marcarle el primer gol a Pedro Sánchez, ilegal, por supuesto, pero que -con el VAR averiado- subió al marcador. Dice Ernesto Ekaizer que fue con la mano: “la mano de Dios”, como aquella de Maradona en el Mundial de 1986, cuando Argentina derrotó a Inglaterra.
No fue un buen debate, ni siquiera un debate, interrumpiéndose continuamente, hablando a la vez, sin dejar explicarse el uno al otro, dando la impresión de que era más bien una discusión entre tertulianos en un café y no de dos aspirantes a presidir un Gobierno. Los telespectadores, que fuimos hasta unos seis millones según dicen, esperábamos más altura, menos reproches y más propuestas que nos aliviaran por lo menos de los dolores de cabeza que nos ocasionan el tema de la vivienda, la cesta de la compra, la inflación sobrevenida, la subida del coste de las hipotecas, el territorio, el agua y el medioambiente, los salarios, las pensiones, la eutanasia, la sanidad, la igualdad, la educación y todos los demás asuntos que sin querer me dejo y que de verdad importan a los ciudadanos de a pie, sin entrar en polémicas de altos vuelos, como la del primer bloque de Economía para comenzar, una parcela tan inmensa que permite todas las lecturas habidas y por haber, según el asunto que interesa analizar y en los que ni los más encopetados economistas nunca se ponen de acuerdo. Aun así, en el “debate” hubo intervenciones antológicas que por su fina ironía realmente se agradecen en el clima tenso que ya se respiraba, como lo de sacar a pasear el Falcon, o como cuando Feijóo con un papel cualquiera en la mano, en el que había firmado delante de todos seguramente con un garabato, apremiaba a Sánchez a que también lo firmara. La escena me recordó enseguida la de Groucho Marx: “Estas son mis mentiras, pero si no te gustan tengo otras…” Mientras Pedro Sánchez insistía una y otra vez con la cantinela de VOX y que por más que se desgañitara ya sabrá el Partido Popular qué hacer con ellos, aunque como estrategia “in extremis” puede que le funcionara, porque otra vez Tezanos le sitúa como claro ganador del envite. Veremos.
Y, para contar mentiras, las nuestras, ya que miembros que son o han sido del actual y anterior Consistorio declaran no saber nada de la desafección entre los grupos llamados de izquierdas Més y PSOE. Mentira cochina, ya que todavía están o estaban con ellos y tienen que saberlo. En el fondo tampoco nos conciernen a los ciudadanos sus asuntos personales, sino los derivados de sus obligaciones, puesto que ocupan cargos públicos, que pagamos a precio de oro, cuyas retribuciones ellos mismos se asignan a su libre albedrío. Ocurre que muchos de ellos no saben todavía lo que significaría que trabajasen para una empresa privada, ni quienes fijarían sus salarios, ni cómo se las gastan en caso de improductividad. Les aseguro que ni siquiera la mitad de nuestros ediles conseguiría una plaza estable en una empresa privada. Así que, ojo al dato: Miquel Oliver puede gobernar como le dé la gana o como pueda, pero al final tendrá que ser por mayoría (aunque sea sin confianza) con partidos afines; en minoría, buscando votos en base a contrapartidas; o bien a ponerse en manos del Partido Popular o VOX para que apuntalen “desinteresadamente” su gestión por “responsabilidad institucional”. No hay más. Lo otro ya podría ser una moción de censura.
Cuando salga a la luz este artículo, habrá tenido lugar otro plenario y no sé cómo pueda haber terminado el asunto, espero que haya ido a mejor, no para el bien de ellos, sino para el de la población. Gabriel Veny (el viejo zorro de la casa) dice que un “pajarito” le ha filtrado que si Núria diese un paso al lado y adelantaran el número 5 ya podría haber entendimiento entre Més y el PSOE. O sea que a Miquel Oliver no le valen ni el número 1, ni el número 2, ni el 3, ni el cuatro, que son todos los candidatos presentados por el PSOE en su candidatura y que han resultado elegidos. Si es así como lo cuenta Gabriel, nuestro alcalde tiene un problema muy serio, pero no con Núria y el PSOE, sino con la misma democracia. Y esto tiene un nombre, que no le gustaría escuchar.

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