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Llega al Hospital Comarcal de Manacor al cuidado de un enfermo y sale con medio cuerpo escayolado

Antoni Sureda P.
Esto fue exactamente lo que le ocurrió a Francisca Gelabert Bordoy. Llegó al hospital de Manacor para acompañar a su nieta ingresada en urgencias con problemas de taquicardia. Pasadas las once de la mañana la niña manifestó sus deseos de comer un bocadillo. Siempre dispuesta a complacer a su nieta, Francisca salió del pabellón de urgencias para dirigirse a la cafetería del hospital por el exterior, puesto que como me aseguró, desconocía como acceder al otro extremo del edificio hospitalario por los pasillos internos.

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Una vez adquirido el bocadillo se dispuso volver al pabellón de urgencias por el mismo trayecto recorrido anteriormente. Al dejar atrás el hall del hospital y encontrándose entre el espacio comprendido entre las dos puertas de su acceso por la entrada principal, se percató de la existencia de una gran cantidad de agua acumulada por la insistente lluvia y el trasiego de personas, sobre unas baldosas lisas y bien lustradas.
En aquel momento, Francisca tuvo la sospecha de que aquel suelo mojado podría ser peligroso y provocar un accidente, ya que la alfombra allí existente no cubre todo el espacio embaldosado. Por ello continuó su camino con precaución. Así y todo, dicha precaución no le sirvió para nada, puesto que al resbalar sobre el suelo mojado, tuvo que apoyarse con la mano y se dio un fuerte golpe en la rodilla al golpearse con ella violentamente en el suelo.
Al no poder cambiar de postura por el fuerte dolor que sentía, Francisca fue auxiliada por las personas que accedían o salían del centro hospitalario y en breves momentos se personó para atenderla el diligente personal sanitario del hospital.
Tras las pruebas y exploraciones pertinentes, rápidamente los sanitarios comprobaron que Francisca se había fracturado tanto el brazo como la rodilla con la que se había golpeado sobre las baldosas. La nueva paciente pidió que en primer lugar la llevaran a donde estaba ingresada su nieta a la que entregó el bocadillo. Acto seguido el personal sanitario del hospital procedió a enyesarle la pierna hasta la ingle y el brazo lesionado. Según sus textuales palabras, “me atendieron con celeridad y amablemente”. Igualmente le informaron de su derecho a presentar la oportuna reclamación.
Ahora Francisca Gelabert, que evidentemente no puede valerse por si misma, se ha tenido que trasladar a casa de su hija en Son Servera. Así las cosas y pendiente de lo que se resuelva sobre su probable reclamación, podríamos hablar de accidente, desgracia y mala suerte. Pero también de algo más: De la soberbia e inconsciente chapuza con la que se construyó y así ha quedado el Hospital de Manacor.
El Hospital de Manacor, entre la excelencia de sus equipos médicos y personal
sanitario, y la construcción chapucera de un edificio que se suponía debía ser emblemático
A estas alturas, estoy convencido de que muchos ciudadanos y ciudadanas de Manacor ignoran que cuando la construcción de nuestro hospital, encontrándose dicha construcción en fase de la estructura, los técnicos se percataron de movimientos de la misma y de que el edificio podría derrumbarse o deslizarse en cualquier momento. Encontraron la solución rellenando con un metro y medio de cemento armado de espesor los bajos de la planta, en principio destinados a aparcamiento y almacenes. Baldosas pulidas en una puerta de entrada donde golpea la lluvia el viento dominante, es otra chapuza de considerables proporciones.
Aquel relleno del sótano, fue el primero de los desaguisados detectados y reparados y que a la postre han costado a los contribuyente cientos de miles de euros, que en caso de un buen trabajo no se habrían tenido que reembolsar. Recordamos a nuestros lectores que la última gran chapuza la encontramos en la reparación de la cubierta del edificio. Pese a su elevado coste, allí sigue goteando -algo menos pero goteando- como pudimos comprobar a finales de diciembre y cuya noticia publicamos.
Guste o no guste, esto es lo que hay. A Francisca Gelabert, en primer lugar y también a todos nosotros, nos toca pagar las consecuencias.

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