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«La naturaleza es de derechas (y vosotros también)», por Jordi Skynet

Nos gusta tanto hablar de igualdad de oportunidades, ¿verdad? Es un concepto bonito, suena a justicia, a equilibrio. Creamos la universidad pública como si fuera el gran nivelador social, el lugar donde cualquiera, sin importar su origen, podrá estudiar y labrarse un futuro. ¡Qué idea tan noble! Nos encanta repetirnos que los tiempos en los que solo los hijos de las élites podían acceder a la educación superior han quedado atrás. Pero, claro, hay un pequeño detalle que a todos se nos escapa: no hay suficientes plazas.
Sí, seguimos vendiendo la promesa de «oportunidades para todos», mientras escondemos el hecho de que el espacio es limitado. Es casi gracioso: creamos más oportunidades, pero ¿para quién? Las plazas son pocas, y lo que parecía un avance grandioso se convierte en otra barrera más. Números clausus, notas de corte…, todo el mundo cree que está corriendo una carrera justa, pero ¿adivinen qué? Esto es un embudo, y no importa cuánto se esfuercen, muchos no llegarán. Pero tranquilo, ya no es el dinero el que decide quién estudia. Ahora se trata de quién maneja mejor la presión.
Nos las hemos arreglado para crear una nueva clase de exclusión, la inflación estudiantil. Ahora, el «todo el mundo puede estudiar» se convierte en una broma amarga, porque solo los que logran un 12 en Bachillerato y Selectividad tienen una oportunidad real. Ahí está la clave: los nervios, no solo los conocimientos. ¿Quién lo habría imaginado? De una dictadura económica hemos pasado a lo que podríamos llamar una dictadura tensional, en la que no importa cuánto sepas, sino cuánto estrés eres capaz de soportar sin colapsar.
Pero no te preocupes, el futuro es brillante… siempre y cuando sobrevivas a esta tortura. Para el resto, bueno, siempre quedarán esas carreras menos disputadas. ¿Qué tal Filosofía? ¿O Lengua y Literatura? Ah, el refugio de los que no lograron destacar en el reino de la memoria. Es un consuelo, supongo.
Al final, pese a todos nuestros intentos bienintencionados, la naturaleza sigue siendo de derechas. Siempre ha favorecido al más fuerte. Pero claro, las reglas cambian. Hubo un tiempo en que la «fuerza» se medía en poder económico, luego en influencia política, y ahora en la capacidad para memorizar datos y regurgitarlos en el momento adecuado. La memoria es el nuevo capital, ¿no es brillante? Nos hemos convencido de que hemos reemplazado la élite económica por una élite académica, pero sigue siendo una élite. ¡Felicidades!
¿Y la equidad? Sí, claro. Sigue esperando. Todo lo que hemos hecho es cambiar el sistema de exclusión por otro, más sutil, más disfrazado de meritocracia. Pero, al final, ¿qué ha cambiado realmente?
Ahora, la ironía del siglo: toda esa capacidad de memorizar pronto será completamente inútil. Con la llegada de la inteligencia artificial, toda esa «fortaleza» de la que tan orgullosos estamos quedará obsoleta. Ellos aún no lo saben, pero en poco tiempo, todo lo que han creído que les daba ventaja se derrumbará como un castillo de naipes. Toda esa habilidad de estudiar durante largas horas, de retener datos y recitarlos en un examen… quedará en nada. Ya lo es, pero aún no se han dado cuenta. ¿Y entonces? ¿Para qué habrán servido esos años de sufrimiento?
Y cuando me preguntan, «¿Y tú, de quién eres?», yo siempre respondo lo mismo: «Soy de la naturaleza, y la naturaleza es de derechas». Porque siempre ha favorecido al más fuerte, al que se adapta mejor, al que sabe jugar según las reglas del momento. ¿Justicia? Por favor. La naturaleza no entiende de eso. Solo hay una ley: sobrevivir. Y si hoy lo que se necesita es memoria, pues ahí están los que la tienen. Mañana será otra cosa, pero siempre habrá algo que separe a los que prosperan de los que no.
Así que, para los nuevos estudiantes que creen haber tenido las mismas oportunidades que los demás, buenos días. No es cierto. Nunca nacemos con las mismas oportunidades. Simplemente, tuvieron la suerte de nacer en un momento en el que sus capacidades memorísticas son lo que importa. Pero no se engañen: esto no es un triunfo de la equidad, ni mucho menos. Es simplemente otro ejemplo de cómo la selección natural encuentra siempre una manera de hacer una criba.
Qué curioso, ¿no? Nos creemos tan avanzados, tan modernos, pero en el fondo no hemos hecho más que reinventar la selección natural con un nuevo disfraz. La naturaleza no es comunista, y la universidad pública, tampoco. Da igual lo que intentemos, siempre habrá una élite, siempre habrá una barrera. Pero, oye, sigamos contándonos el cuento de la igualdad de oportunidades. Es divertido, al menos mientras dure.

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