
OPINIÓ J.L. AMER: Covid-19, dos años de adaptación a empujones con el pánico entre las manos
Al parecer, estamos de bajada. Nos lo dijeron. Avisaron que, pasadas las fiestas navideñas, Sant Antoni y Sant Sebastià, las cifras de contagios iban a descender. Está pasando, o eso dicen. Todos los datos debemos cogerlos de puntillas y, queriendo arremeter directamente contra el uso excesivo y falseado de la comunicación sensacionalista, no estamos tan mal. Eviten comer y vivir de titulares adulterados y nocivos para el consumo humano, los cuales tan solo pretenden vender portadas y copar horas y horas de atención en los telediarios. La desinformación se recrea mientras la información se explica en la letra pequeña. Por desgracia, algunos cursan el oficio de comunicadores, olvidándose a las primeras de cambio de su verdadera labor, informar en base a la verdad.


La pandemia se ha convertido en un nido de malas noticias, en un foco de sucesos surrealistas amparados en el morbo de barrio. Como hablar del tiempo en un ascensor. Igual. Cifras y datos extrapoladas a conveniencia del emisor para contar su versión y fortalecer sus intereses. La costumbre de juguetear con un arma de doble filo que, cuando no daña a uno, daña a otros. Así un día tras otro.
Hoy llueve, mañana sol, al siguiente viento, nieve, y otra vez a llover. Dos años de adaptación a empujones con el pánico social entre las manos de los más poderosos que bailan sus intereses al son de trompetas calladas. ¿Qué hay de cierto en todo esto? No busquen su respuesta en mí, tampoco la tengo, solo quiero invitarles a reflexionar y observar qué ocurre a diario a nuestro alrededor.
Nos hemos instalado en el poder de decisión, juicio y fe ciega. Creemos saber más de salud que los propios expertos. Como si fuésemos meteorólogos y predijésemos el tiempo del próximo fin de semana. Hoy toca paraguas o sombrero; pantalón corto o chaqueta; guantes o medias; bufanda o falda; chanclas o pantuflas. Así cada día, pero entorno a nuestra salud. Decidimos toreados por la opinión pública, tomando la responsabilidad de la situación pandémica sin ni siquiera saber que es un virus. Nuestras fuentes de información son: el periódico, la televisión, el político de turno y el vecino del tercero que dice que un amigo suyo le contó que su prima de Burgos una vez leyó que un niño se enfermó y murió tres días después de Covid-19. No me lo nieguen, esta es nuestra realidad.
No digo que no tengamos que hacer caso de nada, ni que todo esté equivocado, lo único que pido es espíritu crítico. Que hable el que sepa del tema y, en ese momento, todos pongamos atención. No puede ser que un médico no pueda recetarte, firmar y asumir la responsabilidad de los efectos de una vacuna, como bien hace recetándonos un antiinflamatorio. No puede ser que un padre o una madre de familia decida si es o no correcto vacunar a su hija de cinco años, asumiendo el 100% de la responsabilidad. ¿Estamos locos? Son los expertos quienes tienen que asumir el papel de líderes en esta lucha contra el virus y son ellos los únicos que deben tener la potestad de tomar decisiones en torno al tema, determinando siempre que es lo mejor para la sociedad.
Si esto es una pandemia y la situación es tan sumamente grave, como puede el politiqueo y la prensa rosa meter mano y ser tan influyente en lo que respecta a la situación. Quiero datos, trasparencia y una hoja de ruta lo suficientemente contrastada para no tener que estar pegando volantazos cada dos semanas. Claro que hay siempre situaciones adversas e inesperadas que alteran la dirección de un transatlántico. Pero de ahí a virar timón con cada ola que arremete contra la nave, y replantear una nueva solución vendiendo a sus tripulantes que esta ya será la dirección definitiva, hay un buen trecho.
Presten atención y no se crean nada ciegamente. No se sumen al pánico descontrolado que hunde esta nuestra sociedad. Debemos ser una piña. Todos a una y en favor del común. Criterio. Nuestros líderes están desquiciados también, no les culpo, pero ellos han querido ser protagonistas en una historia en la que pintan más bien poco. El miedo es el arma más poderosa del planeta, no se dejen manipular. Lean, aprendan, sean autocríticos. Nosotros llevaríamos el barco igual o peor. ¿Antígenos o PCR? ¿Antes o después? ¿Siete días o diez? ¿Quince? Baja laboral, ancianos asustados, hospitales saturados, negocios quebrados, niños sin infancia, peleas familiares, debates de bar, certificados europeos, contacto estrecho, zapatos desinfectados, guantes y mascarilla, ahora solo mascarilla, exterior sí, un vaso de palo túnel, una vacuna, dos y ahora tres. ¡Basta! ¿Hasta cuándo todo esto? La nueva normalidad lo llaman y, tristemente, cada día es más normal y menos nueva.






