Actualidad

Los cien años de Marcos Martínez, un vecino de Porto Cristo avanzado a su tiempo

Marcos y su mujer, Pepita, el día de la celebración del centenario

Celebrar felizmente el centenario de su nacimiento acompañado de su esposa Josefa Domínguez después de más de 75 años de matrimonio, dotado de envidiables facultades mentales, pese a alguna que otra lógica limitación física, es un privilegio que no está al alcance de todos los humanos. Sin embargo, este es el caso de Marcos Martínez Bonachi, residente en Porto Cristo, que nos cuenta detalladamente cómo transcurrieron estos cien años de vida que acaba de cumplir.
Nacido en Barcelona el 7 de mayo de 1925, después de su escolarización primaria, recuerda perfectamente que estudió cinco años de electricidad en la Escuela de Maestría Industrial, y a los catorce años empezó a trabajar en la empresa Anglo-Española de Electricidad hasta los 28 años, cuando pasó a ejercer de delineante proyectista, para seguir subiendo peldaños en lo que fue su larga y dilatada carrera profesional, siempre en las ramas de la electricidad y la electrónica.
Marcos participó en interesantes proyectos junto con destacados especialistas en electrónica, como el jugador de ‘hockey’ sobre patines Manel Puigbó, que ganó tres Mundiales con la Selección Española y que fue profesor de electrónica. Una experiencia, la vivida por Marcos al lado de Puigbó, que le encanta recordar por el avance tecnológico que supuso en aquellos años su experiencia profesional.
El profesor Puigbó se dio cuenta de la escasez de aparatos para enseñar los avances del sector y decidió desarrollar, junto al delineante Marcos Martínez, el didáctico Kentelec-8. “Se le ocurrió al señor Puigbó crear un ordenador para enseñar informática”, explica Marcos Martínez, “así que propuso al Laboratorio de Meteorología Electrónica, una compañía de Barcelona donde yo trabajaba, desarrollar aparatos didácticos, Yo a él lo conocía porque había sido un deportista de fama y lo había visto por la tele. Me contó lo que quería hacer y yo lo puse en práctica”, resume Martínez, que añade que como delineante proyectista ya había desarrollado radios y televisores en la compañía Kolster y era por entonces el segundo de a bordo de la citada empresa LME, al tiempo que también daba clases en una escuela de barrio de Hostalfrancs, así que conocía de primera mano los deseos de los jóvenes estudiantes y los electricistas veteranos que querían sumergirse en el novedoso mundo de la electrónica, pues “en aquella época el oficio que más interesaba era la televisión”, rememora Marcos, que añade: “Así pues, Puigbó se encargó del diseño y yo de la parte mecánica y la gestión del proyecto”.
Marcos se extiende en detalles y no oculta el orgullo y satisfacción que le produjo, y que todavía siente, el haber participado en aquel proyecto, podríamos decir pionero en el sector de la informática. El Kentelec-8 se presentó en sociedad en 1974, con motivo de la feria de material didáctico “Didastec” celebrada en Valencia. Marcos recuerda que “aquello en España estaba muy al principio y la gente pensaba que los ordenadores eran capaces hasta de adivinar el futuro”.
Los padres de aquel ordenador también desarrollaron un lector óptico de marcas que permitían automatizar la corrección de los exámenes, e incluso crearon un “laboratorio de idiomas” con un puesto desde el que el profesor enviaba las lecciones y otro para que los alumnos los grabaran e intentaban repetirla.
Sin embargo, el ‘Kentelec’ no tuvo especial éxito, así como tampoco fue popular su predecesor, el educativo ‘Kenbak-1’, del que solo se vendieron cuarenta unidades, un fracaso que pudo deberse a su única orientación a los colegios. “El personal docente que tenía que enseñar su uso no estaba preparado para ello, y claro, hubo muchas dificultades”, señala Marcos Martínez.

Marcos, feliz ante su tarta de cumpleaños


La vivencia de dos guerras

El estallido y desarrollo de la Guerra Civil Española pilló a Marcos entre la infancia y la adolescencia, algo que recuerda visiblemente entristecido: “La nuestra la viví entre los 11 y los 14 años, y recuerdo que en casa lo pasamos mal, por distintas circunstancias: hambre, miedo, privaciones impuestas… Luego empezó la Segunda Guerra Mundial y los jóvenes de mi edad vivíamos con la preocupación de ser llamados a filas, cosa que, afortunadamente, no ocurrió”.
A sus cien años recién cumplidos, nuestro protagonista recuerda que a los 20 inició el servicio militar en la base naval de El Ferrol, y después de tres meses de instrucción fue destinado a Mallorca, a la Base Naval de Palma, coincidiendo con la instalación de la central telegráfica por parte de la empresa Anglo-Española, donde trabajó como especialista en cuadros de mando. Asimismo, jugó al basquet con el equipo de El Vivero y el de la Base Naval. En Barcelona, recuerda que jugó con el Layetano y el Español, además de otros equipos de categorías inferiores. También practicó la natación de competición.
Durante su estancia en Palma conoció a la que unos años más tarde sería su esposa: “Nos conocimos en un baile de carnaval, nos casamos en 1948 y fuimos a residir a Barcelona, donde vivían mis padres. Allí seguí trabajando en la que siempre fue mi profesión, la electricidad y la electrónica, hasta que, a la edad de 74 años, decidí jubilarme”.
Marcos y Pepita, como llama a su esposa, decidieron que para ellos había llegado el momento de iniciar una nueva vida, con el descanso y la distracción como principales objetivos. Así que se trasladaron a Mallorca, su lugar de visita durante las vacaciones, y fijaron su residencia en Porto Cristo en busca de la tranquilidad deseada, que Marcos aderezó con el juego de petanca y la caña de pescar, además de disfrutar de relajantes paseos en compañía de su esposa, mientras las condiciones físicas se lo permitieron.
Preguntado sobre los cambios sociológicos experimentados en Porto Cristo a lo largo de los últimos años, Marcos señala el deterioro de la convivencia vecinal, “sin querer menospreciar a nadie”, y de las relaciones sociales, exceptuando las que se conservan con aquellos pocos vecinos que siguen residiendo en el barrio desde hace años.
A su avanzada edad y pese a las inevitables mermadas condiciones físicas, que no mentales, esta longeva pareja afronta sus días con conformismo, resistencia y resiliencia, con la tranquilidad que les proporcionan los cuidados y atenciones que reciben de sus vecinos Viqui y Manolo, sus escasos familiares y de los servicios sociales. Todo ello hace más llevadera su longevidad.

Un joven Marcos, soldado de la Marina Española
Marcos, de blanco, junto a Manel Puigbó

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba