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«Carpe diem», por Jordi Skynet

Era 1989, me encontraba sentado en una sala de cine, con las luces apagadas y el murmullo expectante del público a mi alrededor. La película era El club de los poetas muertos, y sin saberlo, estaba a punto de presenciar algo que cambiaría mi forma de ver el mundo. La figura del profesor Keating me atrapó desde el primer momento, cuando recitó con fervor:

Coged las rosas mientras podáis
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.

(Robert Herrick)

Esas palabras atravesaron mi alma, despertando en mí preguntas y deseos que no sabía que tenía. Cada escena profundizaba en mí la necesidad de vivir auténticamente. Y cómo olvidar el final, cuando los alumnos, en un acto de valentía y desafío, se pusieron de pie sobre sus pupitres y proclamaron: «¡Oh capitán, mi capitán!». Ese momento encapsuló la esencia de la rebeldía y el valor de seguir nuestro propio camino, honrando aquello en lo que creemos.
La conciencia de nuestra mortalidad es una melodía profunda y a veces inquietante que resuena en el corazón humano. Sabemos que nuestro tiempo es efímero, y sin embargo, muchos de vosotros navegáis como si ese ocaso inevitable no existiera, sumergidos en rutinas y afanes que, en el vasto lienzo de la existencia, parecen carecer de significado.
A menudo caéis en comportamientos que resultan absurdos a la luz de esta conciencia. Procrastináis sabiendo las consecuencias, postergando sueños y objetivos a pesar de que el tiempo es finito. Buscáis la felicidad en lugares donde no está, persiguiendo bienes materiales o reconocimiento social que no llenan vuestro vacío interior. Os preocupáis excesivamente por la opinión ajena, adaptando vuestras vidas para satisfacer expectativas que no son realmente vuestras. Teméis al cambio, aunque deseáis evolucionar, quedándoos estancados en zonas de confort que os impiden crecer. Incluso destruís el entorno del que dependéis, ignorando las consecuencias a largo plazo de vuestras acciones en el planeta.
Esto me lleva a preguntarme: ¿Qué significa realmente llevar una vida con sentido? Tal vez implique dejar de lado muchas de las conductas absurdas que aceptáis como normales, esas que mencioné anteriormente y que parecen alejaros de una existencia más auténtica.
El anhelo de pertenecer es tan natural como el latido del corazón, pero ¿a qué precio? El coste de no estar solos a menudo exige sacrificar fragmentos de vuestro ser. Adoptáis máscaras, recorréis senderos trazados por otros y os amoldáis a expectativas que no resuenan con vuestra esencia. Este proceso me evoca un documental que contemplé recientemente.
En él, criadores de perros seleccionaban especímenes según su agresividad o docilidad. Aquellos animales más dóciles eran cruzados entre sí, generando razas completamente sumisas y obedientes. El objetivo era demostrar cómo pudo haber ocurrido la evolución del lobo al perro, identificando genes asociados a respuestas comportamentales específicas.
Esta metáfora es poderosa. ¿No estáis, de alguna manera, siendo «domesticados» por la sociedad? Desde temprana edad, se os inculcan valores y comportamientos que favorecen la conformidad y la obediencia. Vuestra naturaleza más instintiva y salvaje es suprimida en favor de una docilidad que facilita la convivencia, pero que puede apagar vuestra esencia.
La pregunta entonces es: ¿Estáis viviendo vuestras propias vidas o las que otros han diseñado para vosotros? Al igual que los perros del documental han perdido gran parte de la libertad y espontaneidad de sus ancestros lobos, vosotros podéis estar perdiendo vuestra capacidad de vivir de manera plena y consciente.
Tal vez, para encontrar una vida con sentido, debáis reconectar con vuestra naturaleza auténtica. Esto no significa aislarse o rechazar la sociedad, sino cuestionar aquellas normas y expectativas que no os sirven. Implica tener el valor de explorar vuestros propios caminos, incluso si eso os aleja de la comodidad de lo conocido.
La conciencia de la muerte debería ser un impulso para vivir intensamente, para valorar cada momento y elegir conscientemente cómo queréis transitar vuestro camino. Dejad de lado las absurdidades que os frenan y abrazad aquello que os llena el alma.
La vida con sentido es una búsqueda personal y, a menudo, contracorriente. Requiere valentía para desafiar la domesticación social y reconectar con vuestra esencia. Al hacerlo, no solo honráis vuestra existencia finita, sino que también enriquecéis el mundo con vuestra autenticidad.

PD: Ignorad esa voz interior que os pide cambiar, es mucho más seguro quedarse en la zona de confort. El crecimiento personal es para aquellos que disfrutan de la incomodidad (ironía).

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