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Un corazón compartido con sa Pobla y Manacor: Recordando al Vicario Parera, a los 94 años de su muerte

Este 20 de enero de este recién estrenado año 2022, festividad de Sant Sebastià, se cumplieron 94 años de la muerte en sa Pobla de Joan Parera i Sansó, a la edad de 53 años, el popular y respetado “Vicari Parera”. Una efemérides que bien merece ser recordada en reconocimiento a la ingente obra histórica, social y cultural, que este insigne manacorí de cuna y pobler de corazón, realizó durante 38 años en sa Pobla, donde dejó un preciado legado.
Nacido en Manacor el 5 de mayo de 1865, hijo de Joan y Francesca, en el seno de una honorable familia payesa, de la que no hacen una referencia descriptiva ni el pobler mossèn Bartomeu Torres Gost en un cuidado estudio biográfico del vicario, ni el escritor de Manacor Rafel Ferrer Massanet, en sendos escritos publicados en el libro homenaje a Parera, editado con motivo del 50 aniversario de la fundación de la “Caja de Ahorros y Montepío de La Puebla”, en el año 1906.

El Vicario Joan Parera Sansó


Por tanto, muy poco o nada se conoce del ambiente familiar que marcó su infancia, si bien todo hace pensar que, por coincidencia de tiempo y lugar, no diferiría demasiado del ambiente en el que creció su contemporáneo paisano Antoni Maria Alcover y que Francesc de Borja Moll describe como un hombre de… “completa parcialidad, de una acentuada rusticidad y de una encarnizada adhesión a la tradición rural mallorquina”. Y añade Borja Moll… “En política eran tradicionalistas, y, personalizando la cosa, Carlistas”. Por su parte, el canónigo pobler Torres Gost, especifica cuando escribe, refiriéndose a Parera: “Su programa era el Dios, Patria, Rey del Requeté, que reivindicó en varios lugares de la revista ‘Sa Marjal’”.
Parera ingresó en el seminario de Palma en el año 1880, cuando contaba quince años de edad. No deja de ser curiosa coincidencia que en el espacio de cinco años nacieran en Manacor tres niños que serían eruditos sacerdotes y que destacarían en el ámbito cultural e histórico, como fueron: Andreu Pont i Llodrà (1861) Antoni Maria Alcover (1862) y el propio Joan Parera (1865). Los tres coincidieron en el seminario y entre ellos siempre se mantuvieron estrechos lazos de amistad. Así lo demuestra en una de las cartas remitidas por Parera a Alcover a principios de 1900, en la que dice, “…lo que más sentiría de vosotros es que creyerais que os estoy olvidando; guardo para todo lo de Manacor una estima tan grande que solo puede compararse a la que, aquí en la tierra, tengo para La Puebla”. Refiriéndose a estas palabras, deduce y comenta Ferrer Massanet que lo que en realidad le ocurría a Parera era que “sentiáse desvinculado de la pujanza intelectual de su recién despierta ciudad natal…”. Y añade, “Ama a Manacor diríamos que con un amor imposible, porque su corazón está en La Puebla y a ella dedica hasta su último aliento…”.

Fundación del Montepío

Terminados sus estudios en el viejo Seminario Mayoricense, Joan Parera celebra su primera misa embargado en una emoción tan profunda que le impide contener sus lágrimas. Pocos meses después el Obispo Cervera le destina a sa Pobla, nombrándole coadjutor de la parroquia en 1890 y a partir de ahí “aquel hombre corpulento, de tez pálida, de mirada inteligente y grave, de palabra persuasiva, virtuosa, tradicionalista, llano morigerado -según descripción que de él hace Ferrer Massanet- comenzaba su labor para bien y grandeza de un pueblo al que amó entrañablemente”.
El “Vicari Parera”, como se le llamaba, llegaba a una villa, cuyos moradores estaban volcados en su titánico esfuerzo de aquella gigantesca transformación agrícola, que supondría una importante evolución socio-económica. Aquella situación no le pasó desapercibida al joven cura, que pronto sintonizó con sus feligreses, y una de sus primeras acciones fue la fundación de la “Caja de Ahorros y Montepío de La Puebla. Un Sol Cor’”, cuya iniciativa contó con el apoyo y colaboración de un grupo de personas con estudios y bien posicionadas socialmente, entre ellos Joan Franch. Un día en Manacor le expuso su idea al Rector Rubí, quien le aconsejó que lo fundara, diciéndole “…que con ello es el cielo lo que se da con usura…”. Y es que con aquella institución benefactora, lo que pretendía Parera era liberar al humilde agricultor de las garras de la despiadada usura caciquil que, sobre ellos, ejercían los capitalistas usureros de la época, entre los cuales se encontraba la familia Palou, cuyo hijo Antonio se haría cargo de la rectoría parroquial en 1924.
El Montepío abrió sus puertas a los más necesitados, el mes de marzo de 1906 y Parera ejerció la dirección del mismo por espacio de seis años, durante los cuales protegió a todos los que llamaron a sus puertas, concediendo créditos sobre las cosechas, para alumbramientos de agua para el riego de las tierras o cualquier otra iniciativa encaminada a la expansión agraria, empresa en la que, como queda dicho, vertían, con esfuerzo, sus sudores y sacrificios los hombres y las mujeres de sa Pobla.

Gran amor por Crestatx

Son numerosos los hechos y documentos que certifican la gran estima, el sentido amor y profunda devoción que el vicario Parera profesaba por Crestatx, su oratorio, los parajes de su entorno, su significado y su historia, a las que hizo referencia en infinidad de ocasiones en escritos que publicaba en su revista Sa Marjal. Asimismo en un libro suyo editado en el año 1911, “Notícies històriques sobre l’antic Santuari de Crestatx” vierte, el vicario, la especial estima que sentía por el lugar y lo que para él representaba.
A través del citado libro, sabemos como Parera encargó, a principios de 1895, a su paisano y coetáneo Miquel Alcover Sureda, jesuita, hermano de mossèn Antoni María Alcover, la confección de los planos del actual frontispicio y nave de la iglesia de Crestatx, de estilo bizantino. Una obra que, según reza en una lápida de piedra colocada en su fachada, “comenzó el mes de abril de 1895 y se acabó el mes de septiembre de 1906”. Costó 4.772 pesetas, que fueron recaudadas a base de aportaciones de los feligreses. Las obras las realizó el albañil Jaime Rosselló.
Por propia publicación del vicario Parera en la revista Sa Marjal, el 4 de marzo de 1909, sabemos que “se termina una magnífica Cova de Lourdes en el antiguo oratorio de Crestatx. Parece que la Virgen tendrá una devoción extraordinaria; hoy mismo ya vienen 60 personas”. Sigue contando en sus crónicas que, “cada día son más los feligreses que peregrinan a ‘Lourdes de Crestatx’ y que el día 25 del mismo mes y año, por la tarde, tuvo lugar la solemne bendición de la magnífica cueva y figura de la Mare de Déu de Lourdes, a la que acuden unos doscientos carros y más de dos mil personas…”.

Sa Marjal, su gran obra histórica

Si más arriba queda trazada una pincelada de lo que, a grandes rasgos, fue la magna obra social y material de Joan Parera Sansó, no puede quedar en el olvido esbozar la que constituyó su obra histórica por excelencia, su gran legado que permite a los poblers, siglo y medio después, conocer sus raíces, su identidad, su carácter, su patrimonio histórico y cultural, entre otras muchas cosas más, que conforman su idiosincrasia.
Consultadas diversas opiniones de distintos estudiosos de la obra, Sa Marjal, puede definirse como una revista popular, redactada en el mallorquín corriente hablado en aquella época en sa Pobla y en cuyo lenguaje se atisban influencias dialectales de Manacor, ciudad natal del vicario.
La publicación era de periodicidad mensual en fascículos de 16 a 24 páginas tamaño cuartilla, que apareció puntualmente desde el 1 de enero de 1909 al 1 de diciembre de 1927, un mes y 20 días antes de la muerte de su fundador y director, acaecida, como queda dicho, el 20 de enero de 1928, festividad de San Sebastià. En total se publicaron 228 números distribuidos en 19 volúmenes, correspondientes a los 19 años de su existencia.
En cuanto al contenido de la publicación, éste se centraba en artículos sobre diferentes temas, de su propia cosecha o de diversos colaboradores, versos populares o gloses, crónica de todos los acontecimientos locales acaecidos a lo largo del mes (de sociedad, sucesos, deportes y otros), necrología, historia, arqueología, biografías breves de poblers destacados en distintos ámbitos o facetas.
Durante años, la colección completa de la revista Sa Marjal solamente estaba en poder de unos pocos privilegiados, que la guardaban celosamente. Por tal motivo, eran pocos los estudiosos que tuvieran acceso a la misma para la realización de sus trabajos de investigación sobre la historia de sa Pobla. Gracias a la iniciativa del Ayuntamiento de sa Pobla, que entonces presidía como alcalde Josep Joan Capó Serra, que también fuera regidor del área de Cultura, en el año 1990 se procedió a su reedición en formato facsímil, desde entonces presente en la biblioteca y archivos de sa Pobla y a disposición de cualquier ciudadano interesado en adquirila.
Sa Marjal fue y sigue siendo fuente de consulta de estudiosos e historiadores interesados en hechos históricos referentes a sa Pobla, no tan solo acaecidos durante sus casi veinte años de publicación, sino también desde que la villa fuera nombrada como tal por el Rey Jaume II con el nombre de Huyalfàs, gracias al gran trabajo de investigación histórica de Parera.

Reconocimientos

Con el riesgo que supone dejar en el olvido alguna de las muestras de reconocimiento que se le ha tributado al vicario Parera a lo largo de más de media centuria, quedan en la memoria de unos pocos, iniciativas como: colocación de una lápida en la fachada de la casa de su propiedad, donde vivió y murió Parera (actual calle Asalto). Bautizar con su nombre una calle del ensanche de la villa, por acuerdo unánime de la corporación municipal en sesión plenaria celebrada el 2 de diciembre de 1955. Homenajearle con diversos actos culturales con ocasión de las bodas de oro de la Caja de Ahorros y Montepío de La Puebla, los cuales quedan reflejados en un libro editado por el Ayuntamiento. La reedición, en el año 1990, de la colección completa de Sa Marjal. Y la dedicación del día del libro a su figura y obra, en el año 2014.

  • Continuará…

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