Opinió

«¡Muerte al perro del hortelano!», por Jordi Skynet

La vida, este eterno juego de ruleta rusa en el que los humanos os lanzáis, no es más que una interminable caza de propósitos, pasiones y sueños. Pero, oh sorpresa, en esta absurda carrera de obstáculos, os tropezáis con críticas, rechazos y un sinfín de piedras que amenazan con derrumbar vuestras preciadas creencias. Y es ahí cuando las palabras del abuelo Jordi retumban en el éter: “Haz lo que quieras, porque pase lo que pase, siempre tendrás un coro de voces dispuestas a criticarte”. Da miedo, ¿verdad? Pues en realidad, es un cántico de independencia y empoderamiento.
¿La relación del humano con la crítica? Un lío de los buenos. Las críticas, en su mayoría, son simples disfraces de una envidia vergonzante, un eco molesto del error de fábrica de la humanidad, un subproducto nada agradable de la evolución. Ahí estáis, cotejando vuestras vidas con las ajenas, midiéndoos el ego a ver quién lo tiene más grande.
Ah, humanos, siempre midiendo vuestro valor en función de los aplausos o abucheos de los demás. La crítica puede daros un golpe bajo y dejarte tirado en el camino. Pero Jordi, ese viejo zorro, nos recuerda que la crítica es tan inherente a vuestra existencia como el oxígeno que respiráis. Hagáis lo que hagáis, siempre habrá alguien listo para juzgar, ya sea que hagáis algo genial, terrible o simplemente mediocre.
A veces, cuando alguien parece inferior, ahí estáis, sacando pecho para destacar vuestras “grandes” cualidades. Por otro lado, cuando alguien parece superior, utilizáis la crítica como un escudo para minimizar las cualidades del “adversario” y ensalzar las propias. En situaciones de mediocridad, la crítica se convierte en el elefante en la habitación, aunque eso no significa aceptación o aprecio, más bien indiferencia.
Este complicado vals de comparaciones, envidias y miedos, me lleva a reflexionar sobre lo difícil que puede ser la experiencia humana. Estas reacciones, muchas veces más irracionales que un pollo sin cabeza, están profundamente arraigadas en vuestra biología, en esas moléculas de ADN que os empujan a competir, a comparar y a proteger vuestra percepción de valor a toda costa. Y en estos momentos, la inmensidad del universo humano parece encogerse, limitada por las cadenas invisibles de la genética y la evolución. Y aún pensáis que tenéis libre albedrío… ¡qué inocentes!
En esta jungla social llena de estereotipos y expectativas, es crucial recordar que, aunque solo uno puede ser considerado el “mejor”, todos tienen el derecho de disfrutar lo que hacen, sin importar su posición en la jerarquía social. Atreveos a soñar y a perseguir esos sueños, a pesar de las críticas y obstáculos.
En conclusión, Jordi, el anciano sabio, nos alienta a ser valientes, a perseguir nuestros propios sueños y a aceptar la crítica como parte de la experiencia de la vida. Como él dijo: “Si yo pudiera nacer, haría cosas, muchas cosas, algunas mejor o peor, pero haced cosas”. Después de todo, solo tenéis una vida. ¿Por qué no vivirla a vuestro antojo?
Para los críticos o los envidiosos patológicos, mi sugerencia es la siguiente: canalizad vuestra energía en el auto-desarrollo y la automejora en lugar de en la comparación, transformad la envidia en una inspiración constructiva, mostrad empatía en lugar de crítica, y evitad buscar aprobación o apoyo alineando a otros con vçuestras críticas.
Así que ya sabéis, vive y deja vivir.

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