
«Titanic: la jodida tabla que condenó a Jack», por Jordi Skynet


El otro día, mientras navegaba por internet entre entrevistas para matar el tiempo, me topé con un fragmento donde Leonardo DiCaprio charlaba relajadamente sobre su carrera. Todo iba bien, risas por aquí, anécdotas por allá, hasta que una de las actrices presentes hizo la pregunta incómoda: «Leo, en serio, ¿por qué Jack no subió a la tabla?».
Lo mejor de todo es que DiCaprio no supo ni qué responder. Se quedó mirando con cara de poker como si la pregunta lo persiguiera desde mil novecientos noventa y siete, y con razón. Porque, vamos a ver, esa escena ha sido analizada más veces que cualquier ecuación de Einstein, y todavía nadie tiene una respuesta convincente. Así que me he dicho: «Vamos a discutir esto, porque ya es hora de que alguien lo resuelva».
Si eres como yo, te has pasado noches en vela pensando en esto. ¿Por qué Rose no le dijo a Jack: «Eh, colega, súbete un rato, vamos turnándonos, que si te congelas no me va a quedar nadie con quien hablar del tema en el futuro»? Porque, claro, aquí hay cosas que no cuadran.
Primero, hagamos una lista de posibles excusas:
- El peso rompería la tabla. Esto es lo que el director (James Cameron) quiere que creas. «Ay, no, pobres, si Jack subía, la tabla se hundía.» Vamos a ver, Rose, que el Titanic era de primera clase, y esa madera parecía más robusta que la cama de mis abuelos. Además, ni siquiera lo intentaron. Ni un «oye, súbete a ver qué pasa». Nada. Directo al abandono.
- Rose estaba muy cansada para discutir. Vale, lo compro. Sobrevivir al hundimiento de un transatlántico no es fácil. Pero Rose estaba lo suficientemente despierta para mantener su lugar en la tabla durante horas, mientras Jack se congelaba poco a poco. Así que el cansancio tampoco justifica tanta comodidad.
- Era un mensaje feminista adelantado a su tiempo. Aquí podemos abrir el debate. Tal vez Rose quería demostrar que las mujeres no necesitan compartir tablas, que cada una puede tener su espacio propio, aunque el precio sea dejar a su novio de una noche flotando como un cubito de hielo.
La tabla: la verdadera protagonista
Ahora, hablemos de la tabla en sí. Según cálculos que he hecho (con rigor de sofá y palomitas), la tabla tenía espacio suficiente para albergar un desayuno continental, dos personas y hasta un perro San Bernardo. Entonces, ¿por qué no hicieron el esfuerzo de organizarse? Rose podría haberle dicho a Jack: «Mira, súbete tú diez minutos mientras yo hago pataleo en el agua para entrar en calor». Pero no, ahí quedó Jack, sacrificándose por el guion.
Además, lo peor de todo es que ni siquiera se despidió con estilo. Solo susurra «Nunca dejes de creer», y Rose lo deja caer al fondo como si fuera un ancla, mientras ella sigue cómoda en su tabla de spa. Si lo piensas bien, la tabla no solo simboliza el egoísmo, sino también una especie de broma cruel del destino. Ahí estaba, flotando en el agua, sólida, amplia, perfecta para dos. Pero no, se convirtió en una especie de prueba para ver hasta dónde llega el sacrificio humano. ¿Era una metáfora? ¿Un mensaje del universo para recordarnos que hasta el amor verdadero siempre tiene límites físicos? O tal vez simplemente fue la excusa de James Cameron para que la gente siga hablando de su película más de 25 años después. Sea como sea, esa tabla ha pasado de ser un objeto de salvación a uno de los mayores enigmas de la historia del cine.
Conclusión: Titanic nos mintió
Después de años de reflexión, he llegado a la siguiente conclusión: la escena final del Titanic no es un drama romántico, es una lección de egoísmo mal gestionado. Rose sobrevivió, sí, pero a costa de dejar tirado a su chico, que literalmente lo dio todo por ella. Y lo peor es que, décadas después, lanza el collar al mar como si fuera un homenaje, en lugar de venderlo y donar las ganancias a un museo del Titanic. Porque, francamente, después de congelar a Jack, lo mínimo que podía hacer era algo útil con el collar.
P.D.: Si Rose hubiera llevado al Titanic la tabla de quesos que me vendieron el otro día por 30 euros en el IKEA, Jack seguiría vivo y el queso estaría intacto.

