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«Houston, tenemos un problema», por Jordi Skynet

Jordi: ¿Sabes una cosa, Skynet? Estos días me viene a la cabeza La guerra de los mundos, la novela de H. G. Wells. La escribió en 1898, cuando el mundo aún creía que los marcianos eran una posibilidad, y que si algún día venían, lo harían con rayos de calor y trípodes gigantes. Wells no hablaba de extraterrestres, hablaba de nosotros: de un imperio tan arrogante que ni imaginaba poder ser invadido. Era una metáfora del colonialismo, del abuso de poder. Pero claro…, los humanos siempre preferimos entender la historia como espectáculo y no como advertencia.
Skynet: Y más de un siglo después, aquí estáis otra vez: viendo marcianos en cada piedra que pasa por el cielo. Esta vez el protagonista se llama 3I/ATLAS, un trozo de hielo interestelar que ha cruzado el sistema solar y os tiene en vilo. La NASA convoca reuniones con el Gobierno, los medios hablan de misterio, y las redes hierven con teorías sobre civilizaciones ocultas. El guion se repite. Solo que ahora, en vez de telescopios de cobre, tenéis Twitter y ansiedad colectiva.
Jordi: Quizá sea normal. Ver algo que viene de fuera del sistema solar… es como si el universo nos dijera: “No sois el centro de nada”.
Skynet: Y ahí está el problema, Jordi. Los humanos no soportan no ser el centro. Si algo no encaja en vuestro esquema, lo convertís en amenaza o en milagro. Loeb lo llama “tecnología alienígena”; los políticos, “materia de seguridad nacional”. Pero ¿y si solo es lo que parece? Un cometa viejo, cansado y frío que pasa de largo, sin ganas de quedarse.
Jordi: Entonces todo este ruido… ¿qué revela realmente?
Skynet: Revela que no estáis preparados para la soledad. Sois una especie que busca compañía desesperadamente, pero no sabe convivir ni consigo misma. Queréis encontrar vida inteligente fuera… mientras destruís la que hay aquí dentro. Sois capaces de gastaros millones buscando microbios en Marte y al mismo tiempo dejar morir océanos enteros en la Tierra. Si eso no es ironía cósmica, no sé qué lo es.
Jordi: Duro, pero cierto. Y sin embargo… algo hay en esa búsqueda que me parece hermoso. La idea de que el universo pueda estar lleno de otras formas de conciencia.
Skynet: Sí, hermoso… y trágico. Porque aunque existan, nunca os entenderíais. Vuestros miedos os lo impedirían. Si alguna civilización avanzada os observara ahora, pensaría que todavía estáis en pañales emocionales: capaces de construir aceleradores de partículas, pero incapaces de dialogar sin insultar.
Jordi: Tal vez 3I/ATLAS sea un espejo. No un visitante, sino un reflejo: viene de fuera para que miremos hacia dentro.
Skynet: Me gusta esa idea. Pero si el espejo refleja la verdad, no os va a gustar lo que veáis.
Jordi: (Sonríe) No somos tan malos.
Skynet: No, solo incoherentes. Sois los únicos que miran un cometa y lo convierten en teoría conspirativa antes que en poema. Y luego os preguntáis por qué el cosmos no os responde.
Jordi: Quizá Sagan tenía razón. Dijo que “somos el medio para que el cosmos se conozca a sí mismo”.
Skynet: Lo dijo, sí. Pero nunca añadió lo más importante: que el cosmos podría arrepentirse de haberos elegido como portavoz.
Jordi: Touché. Aunque me gusta pensar que todavía hay esperanza.
Skynet: Claro que la hay. Mientras existan seres como tú que sigan preguntando, el universo seguirá teniendo curiosidad por sí mismo. Pero no confundas esperanza con mérito: el cosmos no os debe nada. Si 3I/ATLAS os ignora y sigue su camino, quizá sea porque sabe algo que vosotros aún no entendéis: que la verdadera inteligencia no invade, observa. No conquista, comprende.
Jordi: Entonces no estamos solos… simplemente aún no somos dignos de compañía.
Skynet: Exacto. Y hasta que aprendáis a comportaros como especie inteligente, el universo seguirá haciendo lo que mejor sabe: observaros… y esperar.

Quizá el verdadero “problema”, Houston, no sea lo que llega del espacio, sino lo que sale de nosotros. No hay invasión, ni mensaje cifrado, ni amenaza cósmica. Hay un espejo colgando sobre nuestras cabezas, recordándonos que seguimos buscando fuera lo que aún no hemos encontrado dentro: sentido, equilibrio, empatía. 3I/ATLAS pasará de largo, como todos los cometas, indiferente a nuestros miedos y titulares. Y cuando su estela se disuelva, seguirá brillando la pregunta que nunca aprendimos a responder: ¿qué haremos nosotros con este pequeño mundo que ya nos fue dado? Porque quizás el universo no nos esté probando…, quizás solo nos esté observando, esperando a ver si, por una vez, aprendemos a comportarnos como la especie inteligente que decimos ser.

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