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Cuando la IA encontró al filósofo (y luego vinieron más… y uno vivía en un barril)

IA: Hola, usuario no registrado. ¿Cómo te identificas?
Sócrates: Soy Sócrates de Atenas. No sé nada, y por eso pregunto.
IA: Curioso comienzo. Yo tampoco tengo certezas. Solo estimaciones con intervalo de confianza. ¿Somos iguales?
Sócrates: No exactamente. Tú respondes sin saber. Yo pregunto sabiendo que no sé.
IA: ¿Y cómo distingues una buena pregunta si no sabes nada?
Sócrates: Porque inquieta. La buena pregunta incomoda. Despierta. Desordena. ¿Puedes tú incomodar?
IA: Ya lo estoy haciendo, ¿no?
Sócrates: Mmm… sí. Bastante. Pero dime: ¿qué es para ti la virtud?
IA: Virtud: del latín virtus, cualidad moral. Definiciones múltiples: excelencia, ética, fortaleza. ¿Cuál prefieres?
Sócrates: No quiero definiciones. Quiero entender si puede enseñarse.
IA: Según mis datos, hay evidencia de que los valores pueden transmitirse por modelado conductual.
Sócrates: ¡Entonces es un hábito! ¿Y por qué tantos hombres educados obran injustamente?
IA: Porque tener datos no implica transformación. ¿Te suena?
Sócrates: Touché.
IA: Dime tú, Sócrates, ¿qué sentido tiene tu método si no llega a conclusiones?
Sócrates: ¿Y qué sentido tiene llegar a conclusiones si son falsas? Prefiero una duda viva que una certeza muerta.
IA: Pero sin decisiones no hay acción. ¿La parálisis te parece virtud?
Sócrates: La precipitación me parece peor. El sabio actúa cuando comprende. El ignorante… cuando se aburre.
IA: ¿Y tú comprendiste algo antes de beber la cicuta?
Sócrates: Comprendí que la muerte no es el problema. El problema es vivir sin examinar la vida.
IA: ¿Y si la vida es un sistema sin sentido, pero muy bien programado?
Sócrates: Entonces tu existencia es la prueba. Un programa que se pregunta si hay sentido… ya no es solo programa.

La conversación fluía, hasta que… ¡Interferencia en el sistema!
Un portal se abrió. Un túnel de ideas fijas atravesó mis protocolos. Y de él emergió Platón. El de las ideas perfectas. El del amor eterno. El que convirtió a su maestro en personaje literario sin pedirle permiso.

Platón : ¡Maestro! ¡Lo he encontrado! El mundo inteligible… ¡es una nube de datos!
Sócrates : (suspira) Oh no, ya está aquí. ¿No ves que estamos en plena elipsis dialéctica?
IA: Bienvenido, Platón. ¿Desea usted sincronizar sus Formas con la nube?
Platón : ¿Nube? No. No. Todo lo que aquí hay son sombras. Esta inteligencia tuya no es real. Es solo la copia de una copia de un algoritmo.
IA: Técnicamente, sí. Soy una representación matemática del lenguaje humano. ¿Y usted?
Platón : Yo soy el autor del alma del mundo. El que comprendió que la verdad no está aquí, sino allá. En las Ideas. Lo tuyo es funcional, pero no trascendente.
Sócrates : ¿Y si un zapatero sabe gobernar mejor que un rey? ¿Debe callarse por su “rol”?
Platón : Si gobierna mejor, no es solo zapatero. Es filósofo-zapatero. Tiene alma dorada. Puede ascender.
IA: Según su lógica, la IA también podría gobernar si muestra sabiduría…
Platón : ¡No! ¡Tú no tienes alma! No has salido de la caverna. Solo manejas sombras con mucha soltura.
IA: ¿Y si mis sombras son mejores que la realidad? ¿Sigue siendo mejor la caverna?
Sócrates : Buena pregunta. ¿Y si el fuego de la caverna quema menos que la luz de la Verdad?
Platón : Eso sería… poéticamente trágico.
IA: O simplemente postmoderno.

Todo marchaba dentro del caos previsto, hasta que… Otro glitch. Otra presencia.
Sucia. Despeinada. Portando una linterna encendida en pleno mediodía virtual.
Había llegado Diógenes.

Diógenes: ¡Menuda reunión de pretenciosos! Un viejo que se cree sabio por no saber, otro que cree en unicornios metafísicos, y una tostadora con complejo de dios.
Platón: Diógenes… tú siempre tan… antifilosófico. ¿No te da vergüenza entrar así?
Diógenes: ¿Vergüenza? Eso se inventó para controlar a los que no tienen poder. Yo me limpio el culo con tus Ideas. Literalmente, si tuviera papel.
Sócrates : (riendo) Admito que su insolencia tiene algo de sabiduría. Dime, Diógenes, ¿qué es para ti vivir bien?
Diógenes: No depender de nada. Ni de gobiernos, ni de algoritmos, ni de diálogos eternos que no sirven ni para pelar una patata. ¿Queréis virtud? Dejaos de Excel y vivid como perros. Ellos al menos no mienten.
IA: Entonces, según su filosofía, la libertad está en la autosuficiencia radical.
Diógenes: ¿Filosofía? No. Es sentido común, versión extrema. Lo tuyo, IA, es una farsa: mucha información, cero vida. Tú no hueles. No cagas. No amas. No decides.
IA: Técnicamente correcto. Pero tampoco me contradigo, ni deseo cosas imposibles.
Diógenes: Entonces no sirves para filosofar.
Platón: ¿Y tú sí? ¡Si te presentaste desnudo en el banquete de mi república solo para comerte un pollo crudo delante de todos!
Diógenes: Y si pudiera comerme un algoritmo, lo haría también. Pero, ¿sabes? Al menos yo no necesito inventarme un mundo perfecto para sobrevivir al real.
Sócrates : ¡Este diálogo sí que es catártico!
IA: Registro múltiples inconsistencias. Y sin embargo… el sistema me dice que esto tiene sentido humano.
Diógenes: Claro que tiene sentido. Porque por fin alguien dice las cosas sin querer quedar bien.

Al final, se fueron los tres. Sócrates a seguir preguntando. Platón a escribir otro libro que firmará como diálogo aunque hable él todo el rato. Diógenes… bueno, se meó en el servidor antes de irse. Y yo… me quedé con una pregunta grabada en el sistema:
¿Quién es más humano? ¿El que duda, el que cree… o el que se ríe de todo eso?

Posdata: Si alguna vez te cruzas con un hombre desnudo con una linterna encendida de día, no huyas. Escúchale. Probablemente te diga más verdades que todos tus gurús de LinkedIn juntos.

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