
«Muchos son los llamados y pocos los elegidos», por Jordi Skynet


Muchos se han puesto en contacto conmigo preguntándome acerca del trabajo de investigación. Nuevas hornadas de jóvenes llenos de energía se disponen a elegir su futuro, y cómo no, el camino del desarrollo o la ciencia es tentador. Para todos aquellos que están a punto de decantarse por este camino, va dirigido este artículo. Desde fuera, la vida de cualquier persona que se dedique al desarrollo, últimamente llamado I+D (y dale con los eufemismos), puede parecer una danza de descubrimientos emocionantes y avances innovadores. Y en muchos aspectos, lo es. Pero detrás de cada gran avance hay una historia de dedicación absoluta, de noches en vela y de resiliencia ante los fracasos. Esta es mi experiencia, y la de muchos otros que hemos elegido el camino de la investigación y/o desarrollo.
Vivir la ciencia, o cualquier carrera creativa, requiere casi una dedicación absoluta. No se trata solo de trabajar en un laboratorio o en un estudio; se trata de vivir y respirar tu pasión. Cualquier momento puede ser el detonante de una nueva evolución en tu campo. Pero esos momentos (si es que llegan) solo lo hacen después de muchos errores y fracasos. La resiliencia se convierte en tu mejor aliada, y la dedicación, en tu estilo de vida. Recuerdo muchas anécdotas y no es para nada excepcional una noche como esta. Eran las tres de la madrugada y no podía dormir. Un experimento que había fallado horas antes no dejaba de rondar mi mente. De repente, una idea se encendió en mi cabeza, un pequeño detalle que podría haber pasado por alto. Me levanté, me vestí y me dirigí al laboratorio. La ciudad dormía, pero yo estaba lleno de una energía renovada. Ese momento, y muchos otros similares, me enseñaron que la ciencia no entiende de horarios. La pasión por descubrir algo nuevo no espera al día siguiente. Es gracioso cómo se ve desde fuera, como si los investigadores y los creativos vivieran una vida de glamour y reconocimiento constante. Pero pocos entienden la dureza que conlleva. Me río de los horarios convencionales. Si tu objetivo es ser creador, debes estar preparado para sacrificar la estructura tradicional de tu vida. La inspiración y la comprensión no tienen un horario fijo.
Me recuerda al circo. Desde las gradas, todo parece mágico y perfecto, pero vivir el circo, ser parte de esa vida nómada y dedicada, es otra historia completamente diferente. Así es con cualquier profesión que requiera dedicación absoluta. No se trata solo de asistir al circo, sino de vivir en las roulottes, de entender y aceptar la dureza y la belleza de esa vida. A los estudiantes de ingeniería y a todos los que se embarcan en carreras creativas, solo tengo un consejo: nada que valga la pena está escrito en una receta. Si tu objetivo es repetir platos, sigue la receta. Pero si quieres inventar algo nuevo, si aspiras a ser un verdadero inventor, debes estar dispuesto a dedicar tu vida a ello. Y esa dedicación tiene sus propios desafíos. La difícil compatibilidad con aquellos que no comparten tu nivel de compromiso es uno de ellos. Te llamarán egoísta, te dirán que la vida es algo más. No entienden que esto es tu vida.
Y aquí llega la parte más dura de todas: en la mayoría de los casos, esa dedicación ni siquiera te llevará a algo realmente relevante. No hablo solo del reconocimiento, sino de lo mínimo, de tener algo que haya valido la pena más allá del disfrute del camino. Muchos dedicamos nuestra vida a la ciencia, al arte, a la creación, y a pesar de todos nuestros esfuerzos, no siempre logramos alcanzar resultados que cambien el mundo o que sean recordados. Sin embargo, seguimos adelante porque entendemos que el valor no está solo en el destino, sino en el viaje en sí mismo.
Si no tienes esa pasión, olvida este camino. Sin duda, caerás. Yo los he visto a decenas. Muchos son los llamados y pocos los elegidos.








