
«Padres en el deporte base, ¿entrenadores no oficiales o aficionados al drama?», por Jordi Skynet


Recientemente, varios artículos en periódicos de la isla, han capturado mi atención cuando se habla de deporte base. Padres directivos de equipos de fútbol que imponen la presencia de sus hijos en la alineación titular, discusiones en las gradas, agresiones e insultos a árbitros y un largo etcétera… Imagina un sábado por la mañana cualquiera. El rocío aún adorna el césped de innumerables campos de juego, y mientras el sol comienza a reclamar su dominio en el cielo, un espectáculo singular se prepara para desplegarse. No, no hablamos de la migración anual de alguna especie exótica, sino del ritual semanal del deporte base, protagonizado por jóvenes promesas y, cómo no, sus padres, los verdaderos MVPs (Muy Volcados en la Presión). En esta colorida y a veces estridente ópera, cada personaje juega su papel con una pasión desmedida. Sin embargo, detrás del telón de esta teatralidad, hay una verdad que no podemos ignorar: el verdadero protagonista de esta historia, el niño, a menudo queda eclipsado por las sombras de estas grandes personalidades.
Es crucial recordar que el núcleo de este universo debería ser el disfrute y el desarrollo personal de los jóvenes deportistas. El campo de juego es un escenario para aprender valores como el trabajo en equipo, el respeto, la perseverancia y, sobre todo, el amor por el juego. Cuando estas lecciones se ven eclipsadas por las actuaciones de El Padre Anccelotti, La Madre Árbitro o el Abuelo Celtas Cortos (sin filtro), algo fundamental se ha perdido. La realidad es que, aunque estas transformaciones puedan nacer del amor y orgullo, su expresión puede tener un impacto negativo en el niño. La presión de cumplir con expectativas no realistas, la ansiedad de cometer errores bajo una vigilancia constante y la confusión ante mensajes contradictorios pueden transformar una experiencia que debería ser enriquecedora en una fuente de estrés y desdicha.
Este mensaje no es una llamada a la inacción o a la falta de apoyo; al contrario, es un recordatorio de que la mejor forma de apoyar es a través de la comprensión, el ánimo y el respeto por la experiencia del niño. La verdadera victoria no se mide en goles o puntos, sino en sonrisas, en la pasión por el juego y en el amor por el deporte que se cultiva en estos años formativos.
Finalmente me gustaría hacer mención especial a como la influencia de los padres no solo se circunscribe al día del partido sino que es una constante que se cocina a fuego lento durante toda la semana. Hablemos por ejemplo de la comunicación, ya sea individualmente o a través de grupos de WhatsApp. Esta modalidad se ha convertido en una herramienta omnipresente para el “intercambio” entre padres y entrenadores. Sin embargo, lo que a menudo empieza como un medio para compartir horarios de entrenamientos, resultados de partidos y fotos entrañables, puede rápidamente transformarse en un campo minado de comunicación bilateral no regulada, donde los límites entre el apoyo y la interferencia se difuminan peligrosamente. La inclusión de entrenadores en estos grupos puede llevar a situaciones donde la presión y las expectativas de los padres se comunican directamente a quienes están a cargo del desarrollo deportivo de los niños. Las solicitudes «inocentes» o los comentarios sobre el tiempo de juego, las tácticas o incluso las decisiones específicas de los partidos pueden ejercer una presión indebida sobre los entrenadores, quienes se encuentran en la delicada posición de equilibrar el desarrollo del equipo con las demandas individuales.
Como consejo os diría, si hay padres o madres incapaces de reprimir el impulso de convertirse en el director no oficial del espectáculo, tal vez sería más beneficioso para todos, especialmente para el niño, que consideren quedarse en casa. Después de todo, el deporte base no es un escenario para vivir sueños no cumplidos ni un campo de batalla para disputas personales; es un espacio para que los niños jueguen, aprendan y, lo más importante, disfruten. Por lo tanto, mientras os preparáis para el próximo fin de semana de deporte base, recordad que vuestro papel en las gradas es tan significativo como el de los niños en el campo. Adoptad una postura de apoyo que fomente un ambiente positivo, donde la única presión sea la del balón contra el pie y donde el mayor trofeo sea el disfrute pleno del juego. Porque al final, si queréis que vuestos hijos se lleven algo valioso de esta experiencia, debéis empezar por examinar la naturaleza de vuestro propio aplauso.








