
«Un movimiento cívico, nada más», por Miquel Mas
La llamada a la movilización ciudadana por el expresidente José Mª Aznar en contra de una amnistía que el actual Gobierno de España en funciones que -dice- quiere conceder a los prófugos y demás secuaces catalanes que propiciaron nada menos que un golpe de estado, habrá descolocado a quienes esperábamos primero que Alberto Núñez Feijóo presentara su propuesta de gobierno en el Congreso de Diputados para solicitar de la Cámara su investidura. No es normal el consentir que alguien a quien no corresponde y en nombre de su Partido convoque una revuelta “cívica” contra algo que todavía no se sabe que pueda ser. Y tampoco es normal que un ganador de unas Elecciones Generales que dice estar tan solo a cuatro votos afirmativos de obtener la mayoría absoluta para ser investido presidente no se sienta capaz de negociar unos acuerdos necesarios con otros para conseguirlos.
A Pedro Sánchez, actual presidente en funciones, se le supone todo, desde la desvergüenza con que actúa, hasta el haber amenazado al Rey si no se pliega a sus exigencias. Pero nada está probado, ni siquiera la seguridad de su candidatura a ser investido si fracasa Feijóo. Por eso, esta llamada a la movilización ciudadana en contra de nada, porque nada hay todavía, tan solo demuestra el poco peso decisorio que don Alberto debe tener en su Partido y que, Josemari Aznar (FAES) y también -por qué no- la señora Ayuso, de forma creo que precipitada, lo envían al vacío. A Pedro Sánchez, esté equivocado o no, por lo menos en su Partido nadie le tose. Y discrepantes los tiene por todos lados, desde Felipe González, Alfonso Guerra y otros de la vieja guardia del PSOE, que, dicen muchos de ellos, hasta les cuesta votarse a sí mismos en las convocatorias electorales. Y, si es cierto todo esto y hay tantos descontentos en sus filas ¿tanto le cuesta al señor Feijóo conseguir a cuatro disidentes para protagonizar otro Tamayazo? ¿Por qué no le pregunta a la señora Aguirre cómo lo hizo ella en su momento?
En todo este lío que han armado desde el PP con la supuesta amnistía a los organizadores del “Procés” en Catalunya y que -dicen- sería inconstitucional, se están pasando un par de pueblos, porque si le preguntas a una ama de casa el por qué ha subido tanto la cesta de la compra y no los salarios te responderá enseguida que “la culpa la tiene Putin por encarecer el precio del petróleo a causa de la guerra en Ucrania”, o sea, que contestará convencida con un buen “variado mallorquín”. Asimismo, si le preguntas a un rebelde independentista qué es lo que quiere a cambio de algo que tú necesitas te dirá que quiere la independencia de su país, y esto no debería sorprender a nadie.
Sondear las exigencias de un partido, aunque sea calificado de políticamente extremista -VOX también lo es-, no compromete a nada, si acaso a explorar la posibilidad. En este punto recordar que José Mª Aznar, durante su mandato, fue quien más indultos concedió a los etarras, quien más acercamientos de presos al País Vasco, que mintió sobre los atentados del 11-M y también sobre las armas de destrucción masiva en Irak y nos metió en una guerra, fue el único presidente que llamó a la izquierda abertzale Movimiento Vasco de Liberación y su partido es el que más ministros tiene de nuestra democracia imputados por corrupción. De Felipe González y Alfonso Guerra casi mejor no hablar: “El que se mueva no sale en la foto” decían, ¡vaya par de socialistos!, para venir ahora a enmendarle la plana al sacristán de su parroquia.
Y es que con los frentes territoriales que tenemos abiertos me da hasta pereza hablar de Catalunya: tenemos tirados, allá por el Sahara Occidental, a miles de compatriotas nuestros de la 53 provincia española, abandonados a su suerte; en lista de espera están las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y las Canarias en el punto de mira de Marruecos; para liquidar el asunto de Gibraltar a lo más que hemos llegado desde Asuntos Exteriores ha sido a la posibilidad de un intercambio con Menorca y a cambio de deudas adquiridas con Europa, Alemania quiere comprar Mallorca, de un plumazo o a trocitos como lo están haciendo; un poco más verde están las Pitiusas con Italia, aunque no se niega el interés. Pero para todos los Gobiernos habidos y por haber el único problema territorial que existe en España es Catalunya y los catalanes.
Y claro que existen deficiencias constitucionales. Lo hemos sabido siempre. A la actual Constitución se llegó a través de un consenso vigilado. En pocas palabras deberíamos admitir que se hizo lo que se pudo. Pero nadie dijo nunca que fuera intocable. Dice el lendakari vasco, Iñigo Urkullu, que es posible haya llegado el momento de una reinterpretación de la Constitución, y no puedo estar más de acuerdo con él. Las actuales generaciones de políticos que nos representan se sienten condicionadas por un orden constitucional que no votaron y justo serían la revisión y enmiendas necesarias para los nuevos tiempos que vivimos, más de cuarenta años después. Sin duda que cabe una reinterpretación de nuestra Constitución y no pasa nada, solo es política y convivencia. Miren si cabe analizar el texto y actualizarlo que, una de las instituciones más longevas como es la iglesia católica, se permite continuamente reinterpretar los evangelios que para sus fieles son Palabra de Dios y aplicar su significado en cada caso y en cada situación, sin que desmerezca en nada su doctrina.
Pero contribuir a un enfrentamiento entre las partes haciendo un llamamiento a la movilización ciudadana es jugar con fuego. De pequeño mis padres me decían: “qui juga amb foc es pixa al llit”, pero cuando ya fui mayorcito ellos también reinterpretaron la frase y me aseguraban: “qui juga amb foc es crema”.

